Talleres y Clases Particulares

miércoles, 8 de mayo de 2013

Sobre la intención


- Comprendo muy bien - dije- que la mano no debe abrirse de golpe para no malograr el disparo, pero haga lo que haga siempre me sale mal. Si cierro mi mano con tosas mis fuerzas el sacudón al abrirla es inevitable.

-Tiene que mantener la cuerda estirada -respondió el maestro- como un niño pequeño toma el dedo que uno le ofrece. Lo toma con tanta firmeza que uno no puede menos que admirarse de la fuerza concentrada en el minúsculo puño, y cuando suelta el dedo lo hace sin la menor sacudida. ¿Sabe usted por qué? Porque el niño no piensa: "ahora suelto el dedo para agarrar aquella otra cosa." Sin reflexión ni intención alguna se vuelve de un objeto al otro y se diría que juega con ellos, si no fuera igualmente cierto que los objetos juegan con el niño.

-Tal vez comprendo lo que usted quiere insinuar con esa comparación, contesté.  Pero ¿me encuentro yo en una situación muy distinta? Cuando tengo el arco estirado, llega un momento en el que siento que si el disparo no se produce inmediatamente no resistiré más la tensión. ¿Y que sucede entonces? Me quedo sin aliento. Y soy yo quien debe disparar a toda costa porque no puedo esperar más.

- Usted acaba de describir perfectamente bien - respondió el maestro- cuál es su dificultad. ¿Sabe por qué no puede aguardar que se produzca el disparo y se queda sin aliento? El tiro justo en el momento justo no sucede porque usted no sabe desprenderse de si mismo. Usted no se pone alerta a la espera de la consumación, sino que esta a la expectativa de su fracaso. Mientras esto siga así  no le queda más remedio que producir usted mismo, un acontecer  que debería producirse de forma independiente , y mientras lo cause usted, la mano no se le abrirá de la manera adecuada, como la del niño.(...) Cuanto más obstinadamente se empeñe usted en aprender a disparar la flecha para acertar en el blanco, tanto menos conseguirá lo primero y tanto más se alejará de lo segundo. Lo que le obstruye el camino es su voluntad demasiado activa. Usted cree que lo que usted no haga, no se hará.

- Entonces, ¿qué debo hacer?- pregunté pensativo.

-Tiene que aprender a esperar como es debido.

-¿Y cómo se aprende eso?

- Desprendiéndose de sí mismo, dejándose atrás tan decididamente a sí mismo y a todo lo suyo, que de usted no quede otra cosa que el estado de atención, sin intención alguna.




                                               ZEN EN EL ARTE DEL TIRO CON ARCO, Eugen Herringel

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